6.6.08

In Memoriam

Ignacio Cousiño Aragón

Si algo lo definía era la energía y la fuerza con que era capaz de abrazar un proyecto y sacarlo adelante. No sólo se comprometía a fondo con las ideas e iniciativas. Varias veces pensé que también tenía alma de misionero porque podía prodigarse en causas y proyectos hasta mucho más allá de lo que pudiera esperarse de una sola persona.

Fue un hombre de banca extraordinariamente visionario. Formado en la antigua matriz de disciplina y valores del Banco de Chile y templado en la actividad empresarial en momentos difíciles luego de haber sido ministro del Trabajo del Presidente Ibáñez, don Ignacio llegó a dirigir, a través del Instituto de Viviendas Caritas, un pequeño Banco Hipotecario en Valparaíso desde el cual advirtió -en el contexto de la liberalización económica de los años 70- las enormes oportunidades de la banca en materia de servicio, financiamiento de viviendas y promoción del desarrollo económico y social del país. La transformación de esa pequeña entidad en un banco de fomento primero, que operó durante un tiempo a escala regional, y en un gran banco comercial después -el BHIF- recogió lo mejor de su dedicación, prudencia e inventiva, de manera tal que, lo que había sido un pequeño banco de provincia, gracias a los nuevos inversionistas que fue sumando al proyecto, terminó a la vuelta de unos pocos años convertido en una gran organización que con el tiempo se incorporaría a la red mundial de servicios del BBVA.

Hombre tremendamente receptivo a los cambios, don Ignacio tenía una inteligencia innata, una mente abierta y un carácter difícil de doblegar. Fue un ejemplo de capacidad de adaptación. En una época en que muchos de sus antiguos colegas en la banca vivían de las nostalgias de otra época y con los ojos puestos en el pasado, él no paraba de soñar, de plantearse nuevos desafíos y de cautivarse ante las oportunidades del futuro. Se le hacía corto el día en función de las tareas que se planteaba, pero sabía trabajar en equipo, sabía ganarse a los jóvenes y trabajar al lado suyo podía llegar a constituir un privilegio porque solía animar el día con observaciones e historias, con reflexiones y alcances que establecían una maravillosa trama de lealtades, estímulos y complicidades para todos quienes le rodearan.

Ya fuera hablando de historia de Chile, de antiguos usos y costumbres en la banca chilena, de la última novela que había leído o de momentos inolvidables de las comedias musicales norteamericanas que le habían gustado, don Ignacio era una figura tremendamente motivadora y un interlocutor cautivante. Creía en la palabra y en la acción, era un apasionado del desarrollo de Chile y un optimista tanto de mente como de corazón. Si a eso se le agrega que además era un hombre genéticamente bueno, un católico genuino, un gran amigo y un jefe de familia ejemplar, se entienden algunas de las razones que tenemos para estar muy afectados y muy dolidos con su desaparición.

José Said, presidente BBVA Chile.

En lo único que estoy en desacuerdo con don José es que mi abuelo no ha desaparecido, sino que vive tanto en la memoria como en los corazones de todos los que tuvimos la fortuna de acompañar a tan gran hombre en un trecho de su paso por este mundo.